Un mundo sin gatos, ¡imposible!


 

El mundo puede dividirse en dos bandos: quien ama a los perros y quien ama a los gatos, así como quienes prefieren el fútbol soccer y esosotros que lo odian. Incluso, hasta se sorprenden que haya un día internacional del gato (8 de agosto para ser precisos). Hay relaciones de pareja que han terminado por culpa de los gatos. Ese hombre o mujer prefieren seguir esperando al ser ideal, y que no le tema ver su ropa llena de pelo. Basta decir que yo lo he hecho. 

Cuando estamos nerviosos, sacados de onda, nos relajamos con los cientos de vídeos sobre gatos que aparecen en You Tube. Y en el Whatsapp, de pronto damos por respuesta un gato cargado de lágrimas, o un gato carcajeando, o ese que aparece con un paliacate en la cabeza y la leyenda: ¡La vida es un riesgo, carnal! Es tan popular el amor por los gatos (y por ende por las mascotas en sí) que concebir a una persona que les haga daño sale de nuestros cabales. En Netflix hay un documental intitulado: A los gatos, ni tocarlos: Un asesino en Internet, donde una nerd informática descubre un asesino de gatos, que poco a poco escalará para convertirse en un torturador y un homicida de un ser humano. 

Según los historiadores, fue a raíz de los asentamientos humanos como fueron apareciendo los ratones y eso hizo que los gatos empezaran a acercarse a las poblaciones humanas. Lo cierto es que en el antiguo Egipto se convirtieron en dioses. Si un hombre mataba a un gato, podría terminar encarcelado de por vida o era lapidado. Y cuando morían, los dueños se depilaban las cejas. 

 

 

Sin embargo, en la Biblia, el libro que cuenta la historia del pueblo judía no se les menciona, pero a otros felinos sí; es más, ni siquiera Jesús los mencionó en sus parábolas. Tal vez este fue el pretexto esgrimido por el Papa Gregorio IX para que emitiera una bula donde asoció a los gatos con el diablo y como una compañía de las brujas. Fue así como la gente comenzó a matarlos en hogueras. Pronto, el gato sería un animal en extinción en toda Europa, en tanto los roedores comenzaron a aumentar en número, sobre todo la rata negra. Al poco tiempo, vendría la peor de las pestes, conocida como la Peste Negra. Dicha experiencia provocó que la gente comenzará a importar gatos de lugares tan ignotos como Rusia, la India y Japón; sin querer la misma gente provocó el surgimiento de nuevas razas gatunas.

 

Por supuesto, en la literatura el gato personifica la socarronería, el encanto, el miedo y la nostalgia; bastan algunas referencias al respecto.

  • En “El gato con botas” (1697), Charles Perrault enaltece para siempre la astucia gatuna.
  •  El gato de Cheshire que aparece en “Alicia en el país de las maravillas” (1865), de Lewis Carroll, además del don de la invisibilidad y la omnipresencia, tiene el don de la reflexión filosófica. 
  • Charles Baudelaire, el poeta maldito, se refiere a este personaje como “amable bestia” (aimable bête).  
  • Edgar Allan Poe en su famoso cuento, El gato negro, es el depositario del sadismo y la violencia del protagonista que mata a su mujer y quien lo delatara frente a la policía con su maullido.  
  • De la misma oscuridad se nutre Church, el primer gato zombie, que aparece en “Cementerio de animales” (1983), de Stephen King. 
  • En “Soy un gato” de Natsume Soseki, un gato sin nombre, narrador y protagonista, se convierte en observador y crítico de la sociedad japonesa de su tiempo. En realidad, Soseki fue el primer escritor nipón de muchos en hablar de los gatos.  
  • En el libro, “El idioma de los gatos”, de Spencer Holst, el cuento que da nombre al volumen narra la historia de un personaje solitario cuyo gato se transforma en el centro de su vida. Tal es así que, un buen día, decide ponerse como meta comunicarse con su gato. ¡Y finalmente lo logra! Su amigo felino le comunica algo revelador: que los gatos planean conquistar el mundo. 
  • Haruki Murakami tiene varias novelas donde los gatos son protagonistas, por ejemplo, en Kafka en la orilla, un personaje puede hablar con estos, en Sputnik mi amor, leemos de unos gatos que se comen a su ama después de muerta, y en 1Q84 hay un capítulo que bien podría ser un cuento aparte, intitulado, El pueblo de los gatos.  
  • Doris Lessing, la premio nobel de literatura escribió un libro intitulado, Los gatos ilustres.  
  • Julio Cortazar en su gran novela Rayuela, aparecen los gatos sorprendiendo a la Maga.  
  • Jorge Luis Borges escribiría de ellos varios poemas, pero este no tiene parangón: No son más silenciosos los espejos / ni más furtiva el alba aventurera; / eres, bajo la luna, esa pantera / que nos es dado divisar de lejos. / Por obra indescifrable de un decreto / divino, te buscamos vanamente; / más remoto que el Ganges y el poniente, / tuya es la soledad, tuyo el secreto. / Tu lomo condesciende a la morosa / caricia de mi mano. Has admitido, / desde esa eternidad que ya es olvido, / el amor de la mano recelosa. / En otro tiempo estás. Eres el dueño / de un ámbito cerrado como un sueño. 
  • En cada una de las novelas de Osvaldo Soriano siempre aparece un gato y fue ese amor que le hizo pensar lo siguiente, cuando ya sentía morir: “No tengo biografía. Me la van a inventar los gatos que vendrán cuando yo esté, muy orondo, sentado en el redondel de la luna”. 
  • Juan García Ponce, un escritor mexicano, escribiría un gran cuento donde un gato es el espectador privilegiado de los encuentros eróticos de una pareja; poco a poco se convertirá en un partícipe insustituible de las expediciones carnales de los personajes. 
  • Genki Kawamura escribió un hermoso libro intitulado: “Si los gatos desaparecieran del mundo”, un relato donde un hombre enfermo de cáncer tiene la posibilidad de alargar su vida un día si le dice al Diablo qué cosa debe desaparecer de su vida; primero serán los celulares, luego el cine, después los relojes, pero cuando le toca decidirse por el gato recuerda a su madre, también muerta de cáncer hace varios años y evoca su última encomienda: perdonar a su padre. Pero sí el pide la desaparición de los gatos, también desaparecerá de su memoria su mamá y sus recuerdos más prístinos.

Osvaldo Soriano decía que un escritor sin gato no podía llamarse escritor. Hay fotos de grandes escritores con sus felinos. Por ejemplo, cuando murió Carlos Monsiváis sus amigos y lectores pensaron en sus gatos, pues tenía 13, pues todo mundo se preguntaba a dónde irían a parar. En Key West (el punto más al sur de los Estados Unidos) aún viven los descendientes de un gato perteneciente al premio nobel,  Ernest Hemingway, todos esos gatos tienen 6 dedos en cada pata. 


Casi todos mis amigos y parientes  saben que amo a los gatos. En realidad este amor comenzó desde pequeño, pues gracias a ellos hasta me curé de algunas alergias.  Cuando mis amistades vienen a la casa y les invito la comida, como que dudan al primer bocado y me dicen si no les estoy dado gato por liebre, y yo les digo que en la carnicería la arrachera me la dieron barato barato, como la carne de gato, y esbozo una ligera sonrisa. Cuando viajo a alguna ciudad distante, traigo como recuerdo algo con aspecto gatuno. Una amiga de pelos de elote me enviaba fotos de gatos y yo también hacía lo mismo (para mi ella era y seguirá siendo la flor más bella de su tierra), hasta el día que cometí la idiotez de decirle que me gustaba para dueña de mis quincenas, y eso dio fin a tan linda complicidad que echo mucho de menos.

Hay gente que los tacha de huevones, mantenidos y cachetones. Quienes tenemos gatos sabemos que son indiferentes, no te hacen caso a la primera, solo cuando ellos quieren y aunque esté medio lleno su traste, exigen tenerlo lleno. Sin embargo, cuando te ven triste, corren a acompañarte; y si te levantas a equis hora de la madrugada, te siguen incluso hasta el baño. En estos días de pandemia, mucha gente ha compartido historias en las redes sociales, donde agradecen a los gatos (bueno, también a los perros) su presencia porque han sido una buena compañía, una gran terapia.

En lo personal me gustaría poner una tienda cerca de la zona arqueológica dedicada a los gatos, donde pudiera vender desde peluches, tazas, llaveros, suéteres, blusas, pulseras, pantuflas, pijamas, sábanas, con la cara o la silueta de los gatos, pero también libros sobre grandes autores que han puesto como protagonistas a los gatos, libros que por supuesto conozco y que si los citara ocuparía planas y planas. Es más, hasta me gustaría vender calzones con la leyenda: Aquí hay gato encerrado. No dudo que haya más de uno o una que quiera comprarlos para sorprender a su pareja. 


Mientras termino de escribir este texto y lo cuelgo en el portal de Encuadre, mi gato de pelo blanco y unos preciosos ojos azules y que se llama Covi (porque nació el día en que se implementó la estrategia de combate contra el coronavirus) está a un lado del teclado, esperando que apague la computadora y me vaya a descansar.  


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