500 años de la Conquista: Los presagios que vencieron a Moctezuma Xocoyotzin

 

Uno de los grandes culpables de la caída de la gran Tenochtitlan fue Moctezuma Xocoyotzin, porque lejos de defender la capital de su imperio se mostró miedoso frente al conquistador, Hernán Cortés.

Moctezuma Ilhuicamina, padre del anterior citado, fue el tlatoani que estableció las bases para el despegue y consolidación de Tenochtitlan, alcanzando regiones lejanas como la zona huasteca y Oaxaca, con el consecuente aumento en la cantidad y variedad de los tributos recibidos. Logró además el control absoluto de la Cuenca de México, tras derrotar a Chalco; además, obligó a los pueblos vasallos a colaborar en las obras de ampliación del templo mayor.

Moctezuma Xocoyotzin, si bien distinguió por su valor en el campo de batalla, sometiendo a los señoríos de Huejotzingo, Cholula y Tlaxcala que se había sublevado, era un hombre muy religioso, robándole protagonismo a los sacerdotes. Además, llevaba un opulento modo de vida (se dice que cuando tenía antojo de pescado, en menos de cinco minutos le llegaba uno a su mesa procedente de Veracruz, gracias a la cadena de corredores establecidos entre caminos, lo curioso es que el pez aún llegaba vivo), y estableció un fuerte protocolo entre él y su pueblo, de tal manera que nadie podía verlo a los ojos.

Por supuesto que el proceso de expansión del imperio azteca fue interrumpido abruptamente con la llegada de los españoles, pero también por una serie de presagios funestos (ocho en total, pero acá hemos anotado los más importantes) que apesadumbraron al monarca y lo metieron más de lleno a la vida religiosa, en lugar de prepararse para el combate.

  • Diez años antes de la llega de Cortés se observó en el cielo una estrella que se movía con espigas de fuego, como si goteara. Un cometa.  
  • La aparición del espíritu de una mujer que, por las calles de la capital imperial, se lamentaba: “¡Ay mis hijos!
  • La captura, en el lago de Texcoco, de un extraño pájaro que parecía grulla. Se lo llevaron a Moctezuma y, según refieren, la cabeza del ave tenía una especie de espejo. Allí, el Huey-Tlatoani vio jinetes que cabalgaban en una especie de venados sin cuernos y en actitud de combate; cuando llamó a sus acompañantes a que lo vieran, la extraña visión se desvaneció.

 

Gracias a las guarniciones mexicas en el puerto Moctezuma Xocoyotzin se enteró de la derrota del señor de Zempoala. Entonces, él mandó una comitiva para decirle a Cortés que se marchará. Y les envió algunos presentes. Cortés haría una demostración de su poder al simular un ataque, donde sus hombres vistieron sus armaduras, blandían sus espadas y lanzaron cañonazos. Los representantes del Tlatoani dibujaron cada escena en lienzos y se marcharon a Tenochtitlan. Cuando Moctezuma miró esas imágenes, se llenó de miedo y se retiró a sus aposentos, porque estaba seguro que Quetzalcóatl venía a reclamar su trono.  

Cortés doblegaría a varios señoríos el paso de las semanas, entre ellos el poderoso Tlaxcala y destrozaría a Cholula. Cuando atravesó los volcanes y vio a la distancia una ciudad rodeada de un gran lago de aguas turquesas, imaginó estar en Venecia, sus hombres dirían que Tenochtitlan era tan grande como Constantinopla. A los pocos días sería recibido por Moctezuma Xocoyotzin, y este lo alojaría en la casa-palacio de Axayalcatl.

En las siguientes semanas Cortés conocería los encantos de la ciudad, la manera en como los aztecas cultivaban en medio del lago a través de las chinampas, la distribución de la gente en barrios, los dos colegios y el mercado de Tlatelolco. Incluso, Moctezuma Xocoyotzin invitó a Cortés a ver un juego de pelota. La relación entre ambos parecía de viejos conocidos. Esta situación provocó dos bandos entre los mexicas. Unos que veían con buenos ojos el trato hacia a los españoles, mientras otros apostaban por combatirlos. 

Cortés tenía planes de una conquista de índoles espirituales, incluso había invitado a Moctezuma Xocoyotzin a algunas misas (hay algunos historiadores que alegan que se hizo católico). Sin embargo, su expectativa cambió justo cuando vio en sus propios ojos un presente enviado al emperador: las cabezas de hombres blancos junto con las de sus caballos. Aunque Cortes aún no hablaba el náhuatl, sí comprendió las palabras del consejo de hombres de Moctezuma Xocoyotzin: “ellos no son dioses y también sangran”.

Dicho acto provocó un terrible medio a Cortés. Era consciente que el número de españoles a su lado era poco en comparación de los indígenas que venían a su lado (150 españoles frente a 10, 000 indígenas totonacas, tlaxcaltecas y huejotzincas). Y esto podía provocar una revuelta comandada por Cuitláhuac o Cuauhtémoc, líderes mexicas que se oponían a la presencia de los blancos. Sin más decidió apresar a Moctezuma Xocoyotzin.

Para colmo de males Cortés recibiría malas noticias de Veracruz. Había llegado un ejército procedente de Cuba a someterlo bajo la excusa que toda riqueza encontrada se la estaba quedando. Bajo esta amenaza se vio obligado a dejar a uno de sus capitanes, Pedro de Alvarado como responsable de la tranquilidad y armonía de Tenochtitlan.  

Los mexicas querían hacer la fiesta de Tezcatlipoca, una fiesta donde habían educado por cerca de un año a un muchacho en todas las artes y adorado como representante viviente del dios, aunque su destino final fuera el sacrificio. Antes de irse Cortés obligó a Moctezuma a decirles a sus súbditos que si deseaban la fiesta debían entregar sus armas. Por su puesto, los indígenas aceptaron las condiciones. Todo iba bien hasta que Pedro de Alvarado se le metió en la cabeza que los aztecas preparaban un ataque sorpresa y justo cuando se iba a sacrificar al muchacho-dios lanzó el ataque. Murieron más de 600 indígenas bajo el fuego de los arcabuces y los cañones. Esa matanza provocó el enardecimiento de los indígenas. 

 Pedro de Alvarado tomó a Moctezuma y lo hizo subir al techo para apaciguarlos, pero no le hicieron caso. Lo tacharon de mujerzuela, una loca, traidor y vendepatrias y comenzaron a lanzarle piedras. Tres de estas le dieron con fuerza en el rostro hiriéndolo de muerte. Mientras Pedro de Alvarado lo hacía a un lado, se dio cuenta que el prisionero ya no era útil para los españoles.  

Hernán Cortés llegaría a Tenochtitlan un par de semanas después como vencedor contra el ejército enviado por el gobernador cubano, incluso llegaba acompañado por 800 hombres. Pero se sorprendió de encontrar a la ciudad hecha un caos. Moctezuma ya estaba muerto y había un nuevo emperador que respondía al nombre de Cuitláhuac, un emperador intratable con los invasores.

Mientras Cortés buscaba retirarse de Tenochtitlan (retiro infructuoso, porque morirían más de la mitad de su ejército indígena y cerca 200 españoles junto con sus caballos, perdida que le destrozaría mucho al grado de ponerse a llorar a moco tendido bajo la sombra de un árbol un 30 de junio de 1520).

Algunos sirvientes de Moctezuma Xocoyotzin sacaron su cadáver de la improvisada tumba que le hicieron los españoles. En lugar de hacerle un entierro digno tan propio de un emperador mexica, lo pusieron encima de un ato de leña y le prendieron fuego. Mientras su cuerpo se carbonizaba, la gente no paraba de maldecirlo y decir que por su culpa Tenochtitlan había dejado de existir.

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