JOKER: el peligro que nos acecha



Debo ser honesto: tenía un poco de miedo en mirar la película del Joker (Todd Philips, 2019), y no por el hecho que fuera solo (así como se lee, solo) al cinema, sino porque había leído críticas donde la anunciaban como violenta, enferma y moralmente corrupta, además de ser una incitación y celebración del asesinato. Sin embargo, y bien mirado, la verdadera violencia ya no es un asunto de películas, la violencia nos está desgarrando día con día con asaltos en el transporte, atracos en la salida del banco y balazos en la carretera para quitarte el auto; sin contar aquellas otras noticias de mujeres desaparecidas y asesinadas cruelmente, periodistas y luchadores sociales muertos en circunstancias extrañas; al mismo tiempo, no olvidemos el bullying en la escuela, las mentadas de madre en cada luz roja del semáforo, las miradas iracundas que uno recibe al ir caminando.   
    Joker no es una película de superhéroes, supervillanos ni de cómics, aunque el director y el guionista se atrevieron a llevar a la pantalla la vida de un hombre rodeado y sumergido en la desgracia. La mítica Gotham es la ciudad Nueva York, pero también podría haber sido la Ciudad de México, Santiago de Chile o Buenos Aires, etcétera, lugares que pueden parecer dignos en las postales, pero si se caminan con calma es posible que encontremos montoneras de basura y donde las ratas cada día van ganando espacio; Gotham es el cuartel central de todo lo malo, donde están los ricos que nos gobiernan, donde están firmemente establecidas las corporaciones a las que servimos, y donde también están parapetados los medios de comunicación que nos alimentan con las noticias sin profundidad, noticias que ellos creen que debemos absorber.

    Arthur Fleck es un aspirante a comediante que con mucho trabajo apenas logra mantenerse a sí mismo. Para colmo de males padece de epilepsia gelástica, una enfermedad que le hace reír convulsivamente (la risa en la película será perturbadora, pero también irritable y molesta). Como gana poco dinero, la adquisición de sus medicamentos depende mucho de los programas sociales; sin embargo, el gobierno decide quitarlos de un día para otro, poniéndolo en aprietos (no solamente a él, sino a toda una comunidad dependiente de esos programas), así que él debe olvidarse de sus consultas psiquiátricas. Por si esto fuera poco, es un adulto sin vida sexual que vive con su madre que padece de demencia senil. Es un payaso por las mañanas que se esfuerza por convertirse en un comediante por las noches. Pero poco a poco va descubriendo que la broma siempre ha sido él (si bien los niños enfermos ríen con él, los niños buenos y sanos, lo agarran a patadas en un callejón, le hacen perder su empleo, le hacen caer en una vorágine de desgracias), y como objeto de la broma más pesada, la broma hecha por el presentador de televisión (basada en la burla), lo conducirá a matar sin remordimientos.
     Toda la película se alimenta del gesto descompuesto de su actor principal, Joaquim Phoenix (pues para hacer creíble y verosímil el papel se dio a adelgazar más de 20 kilos). Su rostro, antes y después de pintarse de blanco, ocupa literalmente cada fotograma. Y desde ahí avanza por un largo y desconsolado pasillo de espejos rotos, tan solo para darnos cuenta que Arthur Fleck está roto por dentro. Hay traumas infantiles (el personaje, de acuerdo al contexto de la película, fue violado por los distintos amantes de la madre, mientras esta se sumergía el viaje de los psicotrópicos), pero el foco es otro. Existen cuentas que saldar con la sociedad, pero no en ningún momento se apela a la venganza. La locura aparece como enfermedad, pero nada justifica. La violencia es causa y sentido de todo. La violencia es como la montonera de basura que aparece en un primer plano de la película, las ratas son el resultado. El desorden social engendra el descontento, y el descontento, el caos y la violencia.
    La película no sólo advierte el nacimiento de un héroe para los manifestantes como lo será el Joker- También provocará el nacimiento de otro ser que será violento a su manera, y que ocultará su rostro bajo una máscara, Batman. Aunque, la película no es una película de crítica social, es una ventana hacia nuestro contexto social: ¿Qué pasaría si un día los desposeídos deciden pelear por sus derechos? (Y no me refiero a que salgan a votar por la revocación de mandato, o que exijan la cárcel a los expresidentes, sino a tomar la justicia con sus manos). Por desgracia, ya lo hemos visto en las noticias: héroes anónimos que matan a asaltantes, gente que lincha a malhechores, aunque en esos linchamientos han acabado con la vida de gente inocente.
   En definitiva, Joker es una película que revolucionará al cine de superhéroes o de comics, donde se dejará a un lado esa lucha entre superhombres y monstruos extraterrestres, para darle paso a ese tipo de historias donde no habrá acción sino temáticas más complejas, que la consabida lucha entre el bien y el mal. Para un público y una sociedad que ya no tienen tan clara la línea entre lo correcto y lo incorrecto, y que están dispuestos a ponerse del lado del villano, esta es una película catártica. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la idea de un villano que solo mata a quienes lo merecen es perturbadora. Nosotros, como espectadores, debemos discernir sobre el peligro que nos acecha.

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