Otra ronda, o de cómo hacer que la vida siga en movimiento

Cuando no hay trago en alguna fiesta, por muy pequeña que sea, la frase que todo mundo espeta en voz baja es la siguiente: ¡qué fiesta tan más aguada! Y aunque puede haber gente abstemia ahí presentes tratando de contar anécdotas, los borrachitos siempre son motivo de risa, ya sea por los chistes que cuentan, los albures que se avientan, la forma de bailar en el escenario, la manera de cantar las rancheras y hasta como se terminan cayendo, eso sin contar otras tantas ridiculeces y hasta malos entendidos.

Cuando la fiesta es muy formal o pretender ser formal, la frase más usada entre los convidados es: ¡Salud! Cuando ya estamos con nuestro grupito de amigos, compadres y parientes, es casi seguro que recurramos a dichos más elaborados de profunda sabiduría: “Arriba, abajo, al centro y adentro”; si estamos tomando pulque, más seguro que digamos: “Agua de las verdes matas, tú me tumbas, tú me matas, tú me haces andar a gatas”

No hay país en el mundo que no consuma alcohol. El alcohol mueve economías, permite pactos comerciales, es fuente de trabajo. Sólo algunas creencias religiosas sí lo tienen totalmente prohibido al grado de lapidar al borracho y al vendedor de alcohol, creencias como por ejemplo el islam. México no es una excepción. Acá se toma por cualquier pretexto: un nacimiento, un bautizo, una salida de kínder, un pedimento de mano, una boda, un divorcio, un susto, una traición amorosa, una graduación, la fiesta del pueblo y para qué le sigo. Además, en cada estado de la república hay plantas cerveceras y licoreras, hay mezcalerías, hay tierras donde se cultiva la uva para la producción de vino.  Dice muy sabiamente Homero Simpson en ese episodio sobre la prohibición de alcohol en Springfield, prohibición que se quita al saberse que la ciudad será abastecida: "¡Por el alcohol! Causa y a la vez solución de todos los problemas de la vida”.

Decir que el alcohol es causa y solución a nuestros problemas puede resumir la filosofía de vida en torno a la película danesa Druk, intitulada al español latino como Otra Ronda, película del director Thomas Vinterberg por la que ganó el Oscar en la última edición, y que es una de las novedades en Netflix.

Otra ronda nos cuenta la historia de cuatro profesores que deciden iniciar un peculiar experimento sociológico basado en la teoría del psiquiatra y escritor noruego Finn Skårderud, que dice que los humanos nacemos con un déficit de 0,05% de alcohol en la sangre, y que cuando compensamos esa diferencia nos convertimos en la mejor versión de nosotros mismos. Así que deciden mantener esa tasa de alcohol al mismo nivel durante el día para intentar demostrar que así pueden mejorar en todos los aspectos de sus vidas.

Así el profesor aburrido de historia (Mads Mikkelsen como Martín), de pronto cuenta anécdotas sobre personajes históricos que tuvieron presente el alcohol en su vida y supieron lidiar con la vida de muchas gentes, y personas abstemias como Hitler que hicieron desastre y medio con Europa; aclaro, no siempre hablará de alcohol, pero el hecho que él consuma a escondidas permite quitarse de encima la depresión producida por la separación de su mujer y le hace entrar en onda con sus alumnos, que también viven la angustia de graduarse con una buena calificación que les permita el ingreso universitario. 

Un dato curioso sobre la película es que empieza con una orda de jóvenes en un bacanal, es decir, en una competencia donde el alcohol cobra protagonismo. Y la película terminará con otra orda de jóvenes, que festejan su ingreso a la universidad. Esto nos hace ver que el alcohol también es un problema en Dinamarca. O sea que también los jóvenes del primer mundo tienen vicios, tan parecidos a los jóvenes de los países desarrollados como México.

Sobre los otros profesores que participan en el experimento, vemos que el alcohol les cambia la vida centrada en la monotonía y la crisis de los cuarenta años. El profesor de música crea las condiciones necesarias para que los alumnos sepan cantar el himno de Dinamarca con pasión y no como un lamento gregoriano; el profesor de deportes vemos que deja de ser solo un mero entrenador de niños de seis años y se convierte en un motivador y hasta en fanático, logrando que el niño más tieso para mover la pelota se convierta en un goleador. 

El director Vittenberg alterna las parrandas y el día a día de los protagonistas con divertidos clips reales de políticos (Boris Yeltsin, Nicolas Sarkozy, Angela Merket, por poner un ejemplo de bebedores consumados) y personalidades que construyen todo un tratado de uso filosófico sobre el alcohol. Muestra los efectos con naturalidad y de forma orgánica, no juzga; así no hay desfachatez en mostrar a ese profesor que se orina en la cama, haciendo que su mujer le haga una escena y huya de la casa; o ese otro que llega borracho a una junta de profesores y pues lo dan de baja un tiempo, o ese otro que se le olvida comprar el bacalao y prefiere seguir la parranda.

Otra ronda no es una película moralista, tampoco una película donde los alcohólicos anónimos extraigan lecciones. Es una historia donde se honra a la vida, y nos hace ver que en cada fracaso, dolor, pena, angustia, incluso esa angustia llamada soledad, ahí están los amigos y la gente que nos quiere, y que siempre van a querer festejar con nosotros también la salida de sus angustias y fracasos, y que esos breves momentos son los ratos felices.  

Otra ronda es una película que te permitirá recordar historias que tú tienes bien metidas en tu memoria, historias que nos hacen ver que el vino o el trago, en el momento justo, alegra al corazón, y qué mejor si tenemos una canción de fondo como What a life from de motion (soundtrack de la película que es altamente recomendable y que he colocado en esta nota).

El alcohol y las grandes empresas no tienen la culpa de tantos borrachos o accidentes provocados por los borrachos, tampoco que los jóvenes y muchachas terminen tirados a media calle, sino los demonios que llevamos dentro, y que deben controlarse desde la mente y el corazón. Si lo tuyo es hacer el loco, o de plano el alcohol te da en la torre, siempre será mejor decir no o nomás tomar las tres de regla. Lo cierto es que si uno está en ambiente, así sea sobrio o ya con unos tragos encima, vale la pena repetir esos dichos ancestrales que nacieron como pretexto para seguir en sana convivencia, proverbios como el siguiente: "Por ellas. Por las más bellas. Por las de culo ancho y cuello estrecho. Por las que nos brindan sus labios desinteresadamente, aunque estén llenas de telarañas. Por las que no nos olvidan. Por ellas. ¿Por las mujeres? ¡No! Por las botellas".


 

 

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