Un pueblo mágico sin bicicletas


Era algo extraño en San Pedro Cholula, pero de un día a otro la gente dejó de usar bicicletas. Las madres encadenaron sus bicis y empezaron a caminar en dirección al kínder o primaria, acompañando sus hijos, quienes no entendía porque ahora debían caminar para llegar a la escuela. Por si fuera poco, los lecheros empezaron a usar los diablos en el repartimiento de su producto, aunque eso enojó mucho a las amas de casa, porque la leche llegaba cuajada a sus puertas. Para colmo de males, los repartidores de pan sustituyeron sus bicicletas por combis y camionetas, ahora era fácil identificarlos por la canción interpretada por Tintan: “panadero con el pan, panadero con el pan”, desatando un caos sonoro que terminaba cerca de las diez de la noche, ya cuando la gente no tenía ganas de comer un cuerno o una concha, sino dormir en santa paz. Y lo que era todavía peor, sucedió en el transcurso de una semana: los vendedores de esquites desaparecieron del zócalo y la zona turística, pues temían que sus triciclos fuesen confundidos por bicicletas por la policía.  

Si bien era cierto que en el 2014 se lanzó un slogan: “Un pueblo mágico es un pueblo bicicletero”, la negligencia política hizo que el proyecto de trazar espacios en las avenidas para los ciclistas no se implementara con mucho brío; los presidentes municipales le dieron más prioridad a los automovilistas, al grado de instalar parquímetros y dar concesiones a empresarios para que instalaran estacionamientos. Sin embargo, la gota que derramó el vaso e hizo que la gente dejara de usar bicicletas fue la detención de un hombre, un miércoles 20 de noviembre de 2019.

A ese bicicletero de corazón se le ocurrió circular en sentido contrario apenas terminó de comprar las medicinas para su enfermo en una farmacia cercana al mercado Cosme del Razo. Un policía de tránsito le hizo el señalamiento: “ve por la derecha”. El hombre le mentó la madre, pues necesitaba llegar con urgencia a su casa. El uniformado lanzó un aviso a través de su radio, indicando que habían violentado contra su persona. En un santiamén cerca de 20 elementos de seguridad y 6 patrullas acorralaron al hombre.

Gente que pasaba por ahí, trató de defender al bicicletero, indicando a los uniformados que para que tanta movilización, cuando se trataba de perseguir a los verdaderos rateros, ni sus luces. Sin embargo, uno de ellos, uno que se había ejercitado durante años con muchos kilos de tamal, litros de atole de arroz y demasiadas horas de siesta, exigió calma a la muchedumbre, de lo contrario, también podían ser detenidos. En realidad, todos los policías estaban a un sándwich de reventar.

Por supuesto, el alcalde se pondría del lado de la policía a través de un comunicado, indicando que ya era hora que el ciudadano aprendiera a manejar la bicicleta y respetar los reglamentos de tránsito urbano, porque muchos accidentes viales eran producidos por los bicicleteros que por los caminantes. Incluso, indicó que propondría en la próxima sesión de ayuntamiento el emplacamiento de bicicletas, el cual podría ser útil para combatir el robo de estos vehículos. Esta noticia, lejos de satisfacer a los habitantes de San Pedro, los incomodó, dejando de usar bicicleta de un día para otro. Solo los del municipio aledaño, San Andrés, podían usarla a sus anchas.

Poco a poco los negocios dedicados a la venta de equipamiento para bicicletas empezaron a cerrar. Ni siquiera la gente que usaba silla de ruedas compraba refacciones. Y lo más causó asombro entre los turistas y lo llegarían a comentar a sus amigos en redes sociales, si es que tenían pensado pasear por San Pedro Cholula: que no trajeran carreolas (porque podían ser decomisadas por la policía), además las mujeres originarias de la zona preferían cargar a sus hijos en las espaldas a la vieja usanza, con chales o cangureras. 

Aunque el flamante alcalde de San Pedro Cholula intentó revertir el daño que ocasionó su propuesta, al presentarse frente a las cámaras de televisión sin su característico bigote, junto con el hombre que había sido detenido por los policías, haciendo públicas sus disculpas, nomás nadie creyó en sus palabras. Los ciudadanos indicaron que todo eso era pan y circo. Y aunque el Alcalde intentó reactivar el uso de la bici llegando a su oficina en una, nomás nadie le hizo caso. Tal vez, porque ese día llegó con una de motor.

Desde entonces, la gente de San Pedro Cholula procura caminar en las banquetas, quitándose esa maldita costumbre de caminar a media calle como antiguamente lo hacían a sus anchas, no vaya ser que sean detenidos por un gordiflojo policía.  

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